¿Qué va a quedar de mi cuando me
muera/sino está llave ilesa de agonía,/estas breves palabras con que el día/regó
ceniza entre la sombra fiera?
José Emilio Pacheco (2000). “Presencia”.
Los elementos de la noche (1958-1962):
México. Era, p.32
El 26 de enero del 2014 fallecía
en la capital mexicana uno de los escritores más importantes para las letras hispánicas del siglo XX, José
Emilio Pacheco partía de este mundo dejando un legado invaluable resultado de
una vida dedicada a la literatura a través de una obra desarrollada en diversos
géneros como la narrativa, la poesía,
las crónicas y el artículo, además de clásicas aportaciones como antologista y
traductor. Mucho se ha hablado y aún más se discutirá sobre la escritura de
José Emilio Pacheco cuyos libros comparten la característica de ser un ejemplo
perfecto para comprender el significado de la palabra arte en la literatura. Son de sobra conocidas las novelas Las batallas en el desierto o el Principio del placer, pero sin duda es
en la poesía donde Pacheco encontrara la
singularidad y virtuosismo que lo convirtió en una de las voces más
sobresalientes de la llamada generación
de medio siglo.
Leer los textos de José Emilio
Pacheco implica todo un esfuerzo para el intelecto, ya que estamos ante un
autor que prescinde del estilismo excesivo, prefiriendo una escritura aparentemente
sencilla pero llena de inteligencia, humor e ironía, sin por ello perder en
alguna frase su gran vocación de poeta.
¿Es la eternidad privilegio de
los dioses? El tiempo es un concepto
fundamental en la construcción poética de Pacheco, el hombre y el progreso sucumben ante la inminente destrucción que
deja el paso de la historia, que convierte el rastro de la vida humana en polvo
y la vida en algo efímero. La felicidad es un instante, un momento preciso sin
pasado ni futuro en que el universo conspira para producir perfección y poesía. Esta preocupación por la
temporalidad se encuentra en todos los poemarios de José Emilio Pacheco,
perceptible desde títulos como: No me preguntes como pasa el tiempo, Irás y no volverás, Desde
entonces, Ciudad de la memoria, Siglo pasado.
El mar latía. En tus ojos/ se
anulaban los siglos,/la miseria/que llamamos historia/el horror/agazapado
siempre en el futuro […]
Pacheco, José Emilio (2010). “Idilio”.
Irás y no volverás. Poemas 1969-1972:
México, Era, p.14
Como buen admirador y artista de
la belleza, la naturaleza es recurrente
en la creación de imágenes a través de
la escritura. Elementos como el agua, el
mar o el fuego integran repetidamente el
conjunto simbólico que mezclándose con
la fauna y las escenas de la vida cotidiana llevarán al poema al trasfondo
traslucido del sentido oculto y la metáfora. La naturaleza tiene un carácter dual, al
igual que el tiempo también derrota a
los mortales en la búsqueda de trascendencia pero es también víctima de la guerra, la industrialización
y demás pestes que ha dejado la huella humana
en la milenaria tarea de edificar una “civilización” moderna.
La llama que calcina/ a mitad del
desierto se ha encendido. / Y se alzara su ruina/ sobre este dolorido/ y
silencioso estruendo del olvido. / El mundo se apodera de lo que es nuestro y
suyo. Y el vacío/ todo lo hunde y lo vulnera, / como el río/ que humedece tus labios,
amor mío.
Pacheco, José Emilio (2000). “Égloga
octava”. Los elementos de la noche (1958-1962): México, Era, p.26
La fauna merece una mención
aparte, la antología Álbum de zoología
refleja no sólo el gusto y conocimiento del escritor por el mundo animal, sino que aprovecha para
satirizar nuevamente las características
que muchas veces nos hacen despreciable como
la especie más evolucionada sobre la tierra y sólo un escritor como Pacheco
pudo escribir poemas tan perfectos, llenos de sarcasmo con el pretexto de
ilustrar cerdos, cangrejos, murciélagos y
demás cuadrúpedos y bichos que nos acompañan en el mundo y que a través de la
escritura recuperan el misticismo, la magia y la divinidad que han cautivado a personas
y pueblos enteros durante el transcurso
de los siglos. El lector puede sentirse sorpresivamente intercambiado en su carácter
de “animal” con la criatura descrita en el poema, siendo este otro de los
grandes talentos de Pacheco, la sutileza con que otorga nuevos sentidos a sus frases.
![]() |
Ilustraciones de Francisco Toledo para Albúm de zoología |
¿Dios creo a los cerdos para ser
devorados?/ ¿A quién responde: a la plegaria del cerdo/ o al que se persigno
para degollarlo?/ Si Dios existe ¿por qué sufre este cerdo?/ Bulle la carne en
el aceite./ Dentro de poco, tragaré como un cerdo./ Pero no voy a persignarme
en la mesa.
Pacheco, José Emilio (2013). “Cerdo
ante Dios”. Nuevo álbum de zoología: México, Era, p. 107
José Emilio Pacheco proviene de
un gremio de intelectuales cuya juventud estuvo inmersa en movimientos sociales con
ideales de justicia y cambio. Este anhelo de libertad está plasmado sobre todo
en sus primeros poemas y si bien es
perceptible la ilusión de los miles de jóvenes que se manifestaron en las
calles en años turbulentos como 1968, también es evidente el pesimismo que
acompañara siempre a una generación que sintió
en carne propia el poder de la represión de un sistema político que no tuvo y no
tiene intenciones de ceder ante los
reclamos de un pueblo cansado de la corrupción y el saqueo. Pacheco es, sin
mucho alarde, un revolucionario, que crítica la injusticia de los poderosos sobre
los débiles, en las muchas formas en que esta se ha presentado.
¿A nombre de que puedo condenar a muerte/ a
otros por lo que son o piensan?/ Pero ¿cómo dejar impunes/ la tortura y el
genocidio y el matar de hambre?/No quiero nada para mí. / Sólo anhelo/ lo
posible imposible: / un mundo sin víctimas.
Pacheco, José Emilio (1984). “Fin
de siglo”. Fin de siglo y otros poemas: México,
FCE, p.90
Abundan en los poemas de Pacheco
las referencias históricas de México y el mundo, las descripciones de Vancouver,
Nueva York, Río de Janeiro y sobre todo el paisaje de la ciudad de México con
sus monumentos y sitios emblemáticos. Será el encargado de expresar el dolor de
edificios derrumbados y vidas aplastadas de manera abrupta ante la tragedia de
un sismo como el ocurrido en México el 19 de septiembre de 1985. “Las ruinas de
la ciudad de México” es un testimonio
de la cicatriz que acompaña siempre a la
capital mexicana desde el terremoto, donde la nostalgia por soberbias
construcciones reducidas a nada en un
instante, el horror del panorama desdibujado llanamente por la fuerza de la
naturaleza y la certeza de la fragilidad de la vida encontraron un eco único y
perdurable en cada verso de Pacheco dedicado a la ciudad que lo vio nacer y
morir.
Sólo/en el confinamiento
entendemos/que vivir es tener espacio./Hubo un tiempo/feliz en que podíamos
movernos,/salir, entrar y ponernos de pie o sentarnos./Ahora todo cayó. Ha
cerrado/el mundo sus accesos y ventanas,/Hoy entendemos lo que significa/una
expresión terrible:/sepultados en vida.
Pacheco, José Emilio (2009). “Las
ruinas de la ciudad de México”. Tarde o
temprano. Poemas 1958-2009: México, FCE, p.92
Innumerables estudios literarios faltan por nombrarse ante la obra José Emilio Pacheco, un poeta que es extenso,
difícil de comprender, inútil imitarlo e imperdonable no leerlo, pero si llegaste hasta aquí espero pronto los
hagas. (Al final algunos links
de sus poemas)
Comentarios
Publicar un comentario